viernes, 26 de abril de 2013

Réplica, con intereses compartidos, a “Soporte teórico de la tesis sobre el hombre total”.

Una entrada aparecida el día 16/04/2013 en el blog El Boomerang del diario El País.
Escrita por Víctor Gómez Pin. Nota: el texto en negro es lo que él ha escrito. Las palabras en rojo son mis opiniones.
Me ha gustado el post de Victor Gómez Pin. Es difícil encontrar filósofos, pensadores, o caray cualquier persona, con las ganas de poner en cuestión muchas cosas. De hacer crítica profunda con aspectos, creo, las personas consideramos esenciales para la comprensión de nuestra vida. No es fácil encontrar palabras con la suficiente carga emocional y crítica como para indignarse, rebelarse, ir a los conceptos realmente importantes que sustentan un sistema y tener la honradez intelectual para cuestionarlos, pero no por el simple hecho de criticar y de cuestionar, si no, por el contrario, como expresión de una fuerza interior que te lleva a hablarle al mundo cara a cara, de hablar a todos y cada uno, de pensar a lo grande…
Las críticas que he vertido al escrito se enmarcan en la misma línea que menciono más arriba: en esa fuerza reveladora que te insta a hablar al mundo, convertirlo en el acontecimiento más sorprendente, misterioso y mágico que concibe la existencia. Mi voz, como digo, no quiere disputar dialécticamente el contenido de las argumentaciones, simplemente quiere expresar otra voz.
Servirse del aire puro de otros pensamientos para imaginar mis propios y compartidos mundos posibles.
 
Premisas:
1) La esencia del hombre es el conjunto de lazos que lo vinculan a los demás hombres, la esencia del hombre es una realidad holística. Es criticable y discutible decir que la esencia de el hombre es x –recordemos la crítica de los existencialistas, de la filosofía de la sospecha-. Sin embargo, comparto la opinión de que el hombre desea y crea lazos que lo vinculan a los demás hombres.
2) La propiedad privada es la manera como se concretiza el hecho de que el hombre deja de sentir su realidad en esa dimensión holística: identificándose al objeto de su posesión, el hombre parcela su ser respecto a los demás hombres, sólo considera propio lo exclusivo y no se ve ya a sí mismo en la urdimbre de relaciones que, de hecho, forjan su condición. En parte estoy de acuerdo en que en la posesión de la propiedad privada el hombre puede dejar de sentir su realidad en esa dimensión holística. No obstante, quizás ese objeto de su posesión es un objeto más, entre otros…, es decir, la propiedad privada no es el único objeto que le influye en la parcelación respecto los demás hombres. De hecho hay más como son la pareja, unos hijos, etc. Por tanto, ni la propiedad privada es el único objeto que lo parcela. Y lo que resulta más importante, en su realidad de dimensión holística el hombre considera a una pareja, a un hijo, a una madre como algo propio, individual, exclusivo sin connotaciones peyorativas o negativas, si no, por el contrario, como positivas y necesariamente afectivas.
3)La propiedad privada, que en ausencia de reflexión parece algo co-sustancial a la organización de las sociedades, la propiedad privada que se nos presenta casi como un universal antropológico, es en verdad causa (no exclusiva pero sí esencial) de la enajenación del hombre, de la separación del hombre respecto de su esencia. No estoy de acuerdo en categorizarla como causa esencial de la “enajenación del hombre” ni tampoco separa al hombre respecto de su esencia. La dimensión holística del hombre, en la que sí creo, no se pone en cuestión por el hecho de tener propiedad privada o no. La propiedad privada es un aspecto más de esa misma dimensión holística del hombre. Sin ambages: hay hombres que pregonan la abolición de la propiedad privada como el mal del sistema capitalista y desde el punto de vista humano su “esencia” humana, mejor dicho sus sentimientos y actitud, son muy cuestionables e incluso criticables…
4) Cuando la propiedad privada es criterio determinante de la identidad, uno ha de ser también propietario de sí mismo. Tenemos aquí la base del individualismo, cuya extrema radicalidad es sólo encubierta por esas formas de socialización que constituyen la patria, la familia, la colectividad deportiva etcétera (2).
Recíprocamente, la exacerbación del individualismo, la concepción de lo general como mero equilibrio de intereses parciales vinculados a la célula que cada uno constituye, refuerza la identificación del propio ser a la propiedad privada. En lugar de una coordinación a priori regida por los intereses colectivos, se coopera con los demás exclusivamente a fin de proteger lo propio. La motivación primera de la acción es entonces literalmente egocéntrica y el no alcanzar los objetivos de posesión se vive como un fracaso en el propio ser. No estoy del todo de acuerdo con la afirmación de que “se coopera con los demás exclusivamente a fin de proteger lo propio”.  No se puede generalizar así ni es cierta esa opinión. Es muy cuestionable pensar que sólo se coopera con los demás para proteger lo propio. Una decisión y elección individual, estoy pensando en muchos cooperantes con el tercer mundo,  personas que no miden ni valoran sus actuaciones en esos términos. Y diré más aún, algunos nos sentimos muy próximos a Dostoievski en que “a veces el hombre quiere que dos más dos sean cinco” –aunque salga perdiendo con el trato-.
En base a tales premisas se infiere:

a) Sin abolición de la propiedad privada toda promesa de recuperación por el ser humano de su esencia constituiría un espejismo, es decir: la abolición positiva de la propiedad privada es condición necesaria de la humanización. No estoy de acuerdo con la abolición de la propiedad privada. En mi opinión, la opción por la propiedad privada es otra dimensión holística de la realidad del ser humano tan venerable y justificable en términos cívicos con la contraria. Para que haya un efectivo pluralismo holístico han de tener cabida todas las opciones vitales para el hombre: Que algunos quieran vivir en una propiedad privada y otros no –y eso necesariamente no tiene porque significar ni  alienación ni deshumanización ni tiene porque limitar la capacidad de colaborar y de cooperar –y que efectivamente de hecho se da- en otros ámbitos de la vida con otras personas. Una cosa es el concepto individuo y otra el de individualismo.

b) Sin el proceso social que conduce a que cada individuo reconozca su propio interés en el interés de la humanidad, sin el proceso social de recuperación por el hombre de su esencia, no habrá efectiva abolición de la propiedad privada. Recíprocamente, la abolición de la propiedad privada es condición suficiente de la desalienación, de la recuperación por cada individuo humano de su naturaleza social, es decir de su naturaleza específica. La abolición de la propiedad privada, tras el apogeo de la misma, es así a la vez etapa final de una peripecia humana y pórtico de una segunda. Más que recuperar una esencia en el hombre, estoy más por la toma de conciencia de su situación en el mundo y de uno mismo. En este sentido, la ética de la verdad de Foucault me parece una buena toma de partido en esta cuestión. Admitir el poder que ejercemos todos y cada uno para también saber en su justa medida rechazarlo, menospreciarlo, delegarlo, compartirlo, etc.
Pero esta vivencia como lo propio de la peripecia de la humanidad es incompatible con el reconocimiento de uno mismo en la objetividad acotada que es la propiedad vedada a los demás, la propiedad exclusiva. Mientras este reconocimiento de sí en lo parcializado sea ley, el hombre no puede amar el lazo genuino con los demás, no puede en suma amar su propia esencia (de la misma manera que no puede realmente amar la naturaleza). Me cuesta admitir como verdadero que ”cada individuo reconozca su propio interés en el interés de la humanidad”. No puedo pretender que cada individuo reconozca sus intereses propios como comunes ni que sus intereses sean los mismos que los míos. De hecho, en la práctica tenemos muchos ejemplos que demuestran que mis intereses no concuerdan con los intereses de otras personas y no es que no concuerden por una cuestión egoísta si no por decisiones particulares producto de gustos y opciones vitales distintas. Sin obligaciones, sin recriminaciones, sin resentimientos las personas podemos reconocer como propios intereses ajenos. A pesar de que no coincidan unos intereses propios pero concretos con una persona no quiere decir que no puedan coincidir e incluso reconocer como propios otros. Y cuando digo esto no me estoy refiriendo a los intereses que podamos reconocer como familia, amigos, si no como colectivo humano. Por ejemplo, los intereses de cierto bien común, de ciertas afinidades afectivas, de compartidas visiones sobre la vida, etc.
Notas: (2) Considerar estas instituciones como formas contingentes de la organización humana no es óbice para que se reconozca su papel en caso de no concebir formas de lazo social en las que el interés de la especie sea realmente el motor subjetivo de la acción. Para el que siente la familia como imprescindible célula de organización social, como universal antropológico, la carencia de la misma conduce inevitablemente a un sentimiento de desarraigo, de fracaso y hasta de culpa. Sin ambages: si alguien siente que no hay vida humana sin familia... más vale que se apresure en tenerla. Como he dicho más arriba, la familia no es el último reducto de afinidad afectiva, intereses compartidos, etc. En la vida se establecen más lazos, intereses compartidos, de los que nuestra experiencia diaria sabe. Esto, como muchas otras cosas, también es motivo de reflexión y da que hablar para un espíritu holístico. Y como pasa con muchas otras cosas, sólo nos quedará la imaginación para encontrarlas.


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